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marcosespanolsicart

Mi teoría poética y un poema ejemplificador

Decía Borges que los poemas de adolescencia tienden a ser barrocos porque el escritor principiante teme que su discurso sea vano, lo que le lleva a vestirlo y, en ocasiones, incluso a disfrazarlo de lo que no es. Son textos más floridos, que se pierden muchas veces en el juego puramente estético o en el efectismo sonoro, olvidándose de que el lenguaje es, ante todo, una herramienta de comunicación, y es la carga semántica que aporta cada una de las palabras la que debe regir el conjunto. Si se obvia eso, el texto deja de ser texto y deja de ser literatura, situándose de lleno en el ámbito de las artes plásticas -cuando hablamos de la sucesión de grafías-, o en el de la música -en el caso del sonido que produce su pronunciación-.

Yo, como tantos, pequé de eso, y hoy lo veo claramente porque he estado muchos años sin escribir poesía y, ahora que vuelvo al ejercicio, mi manera de liberar el impulso lírico es radicalmente distinta. En estos años, sin darme apenas cuenta, he ido cansándome poco a poco de las audacias malabaristas en los textos, y cada vez me he sentido más identificado con valores como la sencillez y la precisión en el lenguaje. Los versos transparentes de Constantino Cavafis, el poético ‘Tao Te Ching' de Lao Tse, o la plenitud elegante de los haiku japoneses pueden parecer modestos frente a las audaces cabriolas lingüísticas que proponen algunos autores. Pero, con el tiempo, a uno le terminan cansando las acrobacias y, cuando decide sumergirse en la palabra llana y desnuda de los grandes maestros, encuentra en ellos un valor más elevado y difícil de alcanzar, la sabia capacidad de decir cosas que nadie había dicho -o nadie había dicho tan bien-, utilizando para ello palabras corrientes, con el sentido natural con el que la gente las utiliza a diario. Luis Antonio de Villena, refiriéndose precisamente a Cavafis, decía que las del poeta alejandrino eran "palabras fáciles, pero tremendamente difíciles de encontrar". 

He querido explicarlo porque es ésta la teoría poética a la que intento adecuarme. Mis poemas son hoy mucho más breves y, sin embargo, necesito mucho más tiempo para escribirlos. De hecho, sólo me decido a intentar componerlo cuando he madurado mucho en mi interior lo que quiero expresar. A partir de entonces, doy muchísimas vueltas al texto hasta que consigo depurarlo de tal manera que dice todo lo que tiene que decir, o mejor, transmite todo lo que puede transmitir lo poco que digo.

Dejo un poema reciente en el que su extrema brevedad no obsta para que me sienta especialmente orgulloso. Creo, además, que deja ver mejor que ningún otro mi idea de poesía: elegir con escrúpulo radical unas pocas palabras, cuanto más corrientes mejor, y cambiarlas todas las veces que haga falta hasta conseguir que, al leerlas, den la impresión de conformar una máquina perfecta, a la que no se le puede añadir ni quitar nada, que lo que transmiten sólo puede transmitirse así.

 

África

África es un cuenco de barro

del que no se ve el fondo. 

 

4 comentarios

Marcos -

GRACIAS

Marcos -

Si mi teoría es 'auténtica' en el sentido de que se aproxima a la excelencia, gracias. Si lo dices como sinónimo de 'original', vete a la mierda, sólo estaba reproduciendo ideas que me parecen válidas. Ya sé que en el título pone 'mi', pero es en el sentido de que asumo esa teoría. En el texto queda claro en frases como 'esta es la teoría poética a la que intento adecuarme'.

Marcos -

Si son pocos los que saben hablar y, encima, no lo puedes hacer en un pulcrísimo catalán ante la posible mofa, la cosa está chunga.

Respecto a tu cita, Xhelazz dice que saber y entender no son lo mismo, que se puede saber todo y no entender nada, que quien dice la verdad casi no dice nada.

Sí creo que merece la pena, pero no estoy seguro de si la razón es dejarme oir. Noto ese deseo en casi todos, muchas veces de manera tan estridente que me abruma. Yo no sé si quiero hacerme oir, aunque suene raro. Me gusta decir lo que pienso -y lo hago incluso cuando bromeo-, me gusta defender lo que me importa, me gusta infundir lo que considero bueno en quien no lo conoce, en cualquiera, independientemente del uso que pueda darle, sin saber si lo entenderá o no, sin importarme siquiera muchas veces. Pero sigo valorando más lo que recibo que lo que doy, me sigue pareciendo más valioso, y eso explicaría la permanente sensación que tengo de que soy hipersensible. He empezado a aprender a usar eso, pero sólo he empezado. Decidí proponer la primera entrevista a Violadores unos días antes de que saliera el disco, sin escucharlo, sin conocerlos personalmente y cuando llevaban cinco años en silencio. El truco es fácil: no era por ellos, era anticipar lo que empieza ya a ocurrir en el panorama musical. Siempre me persigue la sensación horrible de que es imposible que nadie se dé cuenta de ciertas cosas. A veces ni las digo por eso. Y cuando ocurre lo previsto me alegro y me siento bien, pero no me sale presumir, y, luego, muchas veces me digo a mí mismo que soy idiota porque la gente le saca provecho a cosas que a mí me parecen miserias y que, además, han hinchado previamente. No me gusta ser mercader, y a base de golpes lo soy cada día un poco más porque empiezan a convencerme de que todos lo son porque 'así es la vida' o 'así está el mundo' o lo que quieras. Pero no quiero -ya sé que es infantil- y no lo hago bien. Soy demasiado escrupuloso, quiero seguir sintiéndome limpio. Y sé que eso significa muchas veces quedarse solo. Por eso he aprendido a estarlo, o a enmimismarme cada dos por tres. Me gusta hacerme oir ante quienes me importan de verdad. Ante mis verdaderos amigos -hecho-. Ante quienes tengo que convivir a diario -voy haciendo-. Ante quienes merecen mi respeto y consiguen sorprenderme, aunque ahora opten por la técnica de hacer como que no escuchan, supongo que como paso previo para decirme algo importante. Ojalá es una de mis palabras favoritas del castellano.

Salvador -

hola Marcos

tu teoría es muy aunténtica y tus comentarios sobre la estética me parecen cercanos a mi propia idea de la poesía, ya lo decía MAchado en Juan de MAirena "cuando se ponga de moda hablar claro[...] acaso veamos entonces que son muy pocos en el mundo los que pueden hablar, y menos todavía los que logran hacerse oir"...vale la pena descubir si somos de esos..¿no crees?