Mis noches de arándanos
Audacia de maestro demuestra Wong Kar-wai en su última película, ’My Blueberry Nights’. El director logra comprimir en hora y media todas las formas posibles del amor (pareja, familia, amigos) y todos sus posibles desenlaces, consciente de que la mayoría son dramáticos. Y lo hace trenzando un argumento en el sentido clásico, donde todas las piezas son esenciales y contribuyen en la narración. En mi trabajo cotidiano de contar historias, en el que soy todavía un aprendiz, he ido afianzándome en la idea de que son muy pocas las que realmente se pueden contar, vestidas con distintas pieles, cambiando una u otra situación. El amor, desde que nace hasta que muere, es una de ellas. Vive horas bajas en el cine, que hoy se tira más a la épica o al thriller, porque sabe que la acción y el misterio venden más, y deja la mayoría de las veces el amor como un adorno. No viene mal una película así de vez en cuando, sobre todo si está tan bien hecha y su visión es tan realista. Creo que una de las razones por las que la vida es hoy tan caótica es que hemos desordenado las tres revelaciones esenciales del ser humano (amor-mundo-yo). El orden lógico debería ser, primero, descubrir quién eres, más tarde el mundo y, por último, el amor. En cambio, al menos los de mi generación, descubrimos primero el amor, después el mundo y, en última instancia y no todos, el yo. Eso provoca que el amor, sin los demás parámetros que ayudarían a que éste fuera sano, se da casi siempre a ciegas, sin patrones para orientarnos en ese torrente de sentimientos que puede arrasarnos para siempre. Entenderlo, comprender el cuidado (que no la negación) que hay que guardarle, el respeto que merece, nos hará mejores. Y el abanico de posibilidades lo deja Wong Kar-wai, con sus estridentes colores (tan atractivos), abierto en la película. El peligro de quedarse atrapado en un amor que se acabó, el viaje compartido que significa enamorarse, el dolor que acarrea siempre querer a un padre que deberemos ver morir, la belleza de la amistad, cuando nada pide y a nada obliga, la dificultad de saber decir adiós con una sonrisa, en paz... Todo está ahí. Y está con la apuesta final por el amor, porque no queda otra, porque para eso estamos hechos. El director juega con símbolos tradicionales, el tren, el viaje, la alternativa abierto-cerrado... y lo hace con gracia. Hay una escena adorable, de las que no se olvidan: el chico tiene una pelea y, tras ella, se queda sólo con la nariz rota. Todos esperamos que entre la chica y le cure. Ella aparece, efectivamente, pero también con la nariz ensangrentada. Una forma de decir, a mi entender, que hoy en día hombre y mujer están en condiciones parecidas ante la vida y, por tanto, el amor puede sarvarles de la misma manera. En mi aprendizaje sobre cómo contar historias, me siento muy agradecido a aquellos que me sorprenden porque saben contarlas tan, tan bien. ’My Blueberry Nights’ es un tratado del amor en nuestro tiempo.
4 comentarios
Marcos -
Lidia -
P.D. no me imaginaba que fueses un romántico. Soprendente, sip.
Marcos -
Alberto -
:)