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marcosespanolsicart

Guardiola

Ya de crío, de manera instintiva, me sentía identificado con la manera de jugar de Guardiola. La mayoría suele preferir a futbolistas que tienen más gol, más agresivos, más resolutivos (Stoichkov, Romario). A mí de Pep me gustaba (con los años he aprendido a ponerle palabras) su dominio del tiempo (aceleraba o retardardaba las jugadas según convenía), su control de los espacios (veía lo que tenía delante y detrás sin mirarlo, sabía dónde tenía que ir el balón una décima de segundo antes que los demás). Era el administrador, una pieza sin la que el Barça de Cruyff habría sido muy distinto. Lo mismo se puede decir ahora de Xavi, mi favorito por delante de Iniesta o incluso Messi.

Lo bueno del fútbol es que se parece a la vida. Habla de ganar y perder, de proponerse retos, de esfuerzo y talento, de compañerismo y rivalidad. Como creación humana, rigen las mismas leyes que para lo demás.

Me gusta cómo Guardiola afronta el fútbol, ahora como entrenador. Su humildad a prueba de balas, que ha sabido transmitir a sus pupilos. Su pausa. Su control de los instintos cuando sabe que es mejor callar, no hacer, esperar.

A veces es mejor esperar, eso muchos no consiguen entenderlo en toda su vida.

Lo ha ganado todo, una alegría que como barcelonista sólo puedo comparar a la que me llevé cuando el equipo logró su primera copa de Europa. Ahora Guardiola es un héroe.

Afortunadamente, es un héroe listo. Sabe que ha salido bien como podría haber salido mal. Se le nota. Lo ha vivido otras veces y no pierde de vista lo que tiene detrás.

Afortunadamente, se ha convertido en héroe. Escasean los de su tipo. Nada agresivo, pausado, observador, cabal, dulce, realista. La masa suele preferir modelos más animales o que fuerzan los gestos hasta el histrionismo.

Ojalá le dure el éxito, así se seguirán fijando en él. El mundo sería mejor con más gente como Guardiola.

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