Artículo aparecido en ARAGÓNRUTAS 27
Una ciudad es siempre muchas ciudades, y más cuando cuenta con una historia fructífera y dilatada como Zaragoza. En sus calles y plazas se adivinan todavía los periodos que le han otorgado su carácter: la Caesaraugusta romana, la ciudad blanca que habitaron los musulmanes o la urbe renacentista de hermosos palacios. Hasta hoy, Zaragoza ha mostrado una fisonomía heredada en gran medida del siglo XIX y principios del XX, época de la gran expansión de la ciudad. Pero el nuevo milenio ha traído consigo una serie de proyectos cuya ambición está redefiniendo el aspecto de la urbe, que en muy poco tiempo amenaza con ofrecer su nueva cara: una Zaragoza del siglo XXI.
La llegada del tren de alta velocidad, la instalación de la plataforma logística Pla-Za o la ilusión de que la ciudad sea sede de la Expo 2008 son algunos de los motivos por los que la fisonomía urbana está dando un evidente salto cualitativo hacia la modernidad. Obras como el edificio de la CREA o la impresionante cubierta del teatro romano forman parte ya de la nueva imagen de Zaragoza, que aspira a convertirse en punto de referencia para otras ciudades españolas y europeas.
En un corto periodo de tiempo, Zaragoza ha visto nacer dos importantes obras que han cambiado significativamente el paisaje urbano y han dotado a la ciudad de una nueva identidad metropolitana. La estación Zaragoza-Delicias y el puente del Tercer Cinturón, proyectos audaces y de indudable estética, se han convertido ya en símbolos de la arquitectura que está llamada a renovar profundamente la capital aragonesa.
Zaragoza es, tras Sevilla, la ciudad de nuestro país que más puentes ha inaugurado. El sexto salto sobre el Ebro, primero del nuevo siglo, transmite en su esbeltez y ligereza las nuevas tendencias arquitectónicas, llamando la atención el singular arco metálico del que cuelga el tablero de hormigón que sirve de paso.
El puente se ha convertido en broche de oro del Tercer Cinturón, y su perfil ha renovado la perspectiva de un río que sigue siendo, no obstante, un perpetuo escollo para la comunicación fluida entre ambas márgenes. La estructura, obra de Manterola, está sustentada por dos pilares en cada extremo, y tiene 31 metros de anchura y 304 de longitud, de los que 120 corresponden al vano central y 92 a cada lateral, donde se han instalado aceras para el tránsito de peatones.
Pese a su gran envergadura, el puente aporta una sensación de gran estabilidad, que contrasta con sus perfiles aerodinámicos y su limpieza geométrica. Su curvatura longitudinal, cables de suspensión, nudos, nervios laterales y demás elementos, transmiten una gran belleza plástica, que ha propiciado que el puente adquiera un carácter emblemático, dotando a la ciudad de un nuevo sentido estético y convirtiéndose en referente del nuevo paisaje urbano.
A su vez, la llegada del tren de alta velocidad ha traído consigo la construcción de uno de los edificios más llamativos y espectaculares de las últimas décadas. La estación intermodal Zaragoza-Delicias, proyectada por Carlos Ferrater, José María Valero y Félix Arranz, es una mole de 188.000 metros cuadrados que se levanta airosa en la avenida de Navarra, visible desde todo su entorno, como una gran paloma blanca colgada entre el barrio de la Almozara y el de Delicias.
El espacio interior está cubierto por una estructura metálica formada por nueve arcos, que sustentan una superficie plegada en formas triangulares, generadoras de unos lucernarios que permiten la entrada de luz natural al interior, un espacio totalmente diáfano. Tal ha sido el impacto del edificio que desde su inauguración el pasado octubre no ha dejado de recibir visitantes con la intención de conocer el nuevo símbolo de una Zaragoza que se renueva día a día.
El proyecto incluye, además de la estación de trenes, dos aparcamientos con capacidad para 1.800 vehículos, un centro de negocios, un gimnasio, dos grupos de oficinas, dos hoteles y una estación de autobuses. Como colofón, el museo del Ferrocarril, alojado en la antigua terminal de Delicias, expondrá locomotoras y convoyes antiguos, separados de la moderna estación únicamente por una vidriera.
Por otra parte, la construcción de la nueva estación ha supuesto también una profunda reforma urbanística de la zona, destacando la unión definitiva del barrio de Delicias con el de la Almozara, este último encorsetado hasta hoy entre el río, por un lado, y las vías del tren y la autopista por otro. Al soterramiento de las vías le ha acompañado la conversión de la carretera en una calle convencional, eliminando de esta manera las barreras que impedían una buena comunicación entre los dos barrios.
Centro de Historia y Teatro Romano
Otra zona de Zaragoza que está de enhorabuena es el casco antiguo, objeto de una profunda transformación que pretende dinamizar un entorno que injustamente había caído en el olvido. El Centro de Historia de Zaragoza, instalado en el antiguo convento de San Agustín y una de las actuaciones más importantes del Plan Integral del Casco Histórico, está concebido como un espacio de información, en un marco innovador y que está llamado a ser punto de referencia de la ciudad. El nuevo edificio reinterpreta el espacio ocupado por la iglesia, los claustros y el convento, incorporando a su estructura elementos históricos conservados, como la torre campanario o la fachada barroca de principios del siglo XVIII.
El acceso principal se realiza desde la puerta de la antigua iglesia, en cuya recuperación se ha tenido en cuenta la conservación del mayor número posible de elementos originales, incluyendo motivos decorativos y heráldicos. Además, también se ha incorporado el espacio de la cripta del templo, situado en el primero de los dos sótanos con los que cuenta el edificio. Completan el complejo una planta baja y dos alturas, con una superficie total de 6.586 metros cuadrados útiles, y una zona ajardinada de acceso público que ocupa el espacio de los antiguos claustros.
Pasado y presente se conjugan de manera armoniosa en el edificio, que en sus diferentes salas muestra, desde un punto de vista histórico, aspectos que han marcado el tiempo, el espacio y la vida de la ciudad de Zaragoza. El lugar más emblemático del centro es el mirador, en el que se realiza una visión histórica del desarrollo urbano de Zaragoza a través de maquetas y proyecciones audiovisuales.
Sin contar el equipamiento, el edificio ha supuesto una inversión de más de 8.300.000 euros, cofinanciada por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. La obra es un elemento más en la evidente rehabilitación que está sufriendo Zaragoza, especialmente su Casco Histórico, que está llamado a convertirse en un espacio en el que convivan la tradición de los edificios históricos y la modernidad de nuevos espacios, dotando a la ciudad de una imagen actual y adecuada a las últimas tendencias urbanísticas.
Ejemplo ideal de los cambios que está viviendo Zaragoza es este Centro de Historia, en cuyo solar se han encontrado testimonios de las culturas ibérica, romana y musulmana, y que ahora se convierte en referente de la nueva arquitectura urbana. Además, su construcción ha supuesto un impulso para el barrio de San Agustín-Tenerías-Magdalena, muy olvidado durante años, y su apertura posibilita la organización de encuentros, congresos y convenciones en un marco adecuado para cualquier tipo de actividad.
Otro espacio representativo de la nueva imagen de Zaragoza es el recuperado teatro romano, sobre el que se ha construido una enorme cubierta de policarbonato traslúcido que permite el paso de la luz sin que los rayos solares dañen los restos arqueológicos. La superficie está colocada a 25 metros del suelo, altura que coincide con la que debían tener las gradas en su tiempo, y el contraste entre lo antiguo y lo actual confiere al teatro un aspecto muy llamativo.
Templos de las artes
Uno de los edificios pioneros en dotar a Zaragoza de una nueva imagen fue sin duda el Auditorio. Construido en 1994, es hoy en día un centro cultural indispensable para la ciudad, así como un estupendo reclamo gracias a la calidad que suele tener su programación. Ocupando parte de los terrenos de la antigua Feria de Muestras y perfectamente integrado en su entorno, la construcción ha marcado un antes y un después para la música y ha abierto un nuevo eje cultural más allá del perímetro urbano.
Diseñado por el arquitecto José Manuel Pérez Latorre, el edificio ha sido merecedor de constantes elogios, como el de Zubin Metha, quien aseguró: "Los auditorios de Madrid y Valencia son muy buenos, pero el de Zaragoza es el paraíso". Se trata de un proyecto inspirado en el esquema de la Filarmónica de Berlín, diseñada en 1956 por Hans Scharoum, en la cual el escenario desaparece para colocar a la orquesta en posición central, de forma que las ondas acústicas se esparzan armónicamente en la sala.
Pérez Latorre definió la construcción como un amplio hall perimetral, en cuyo interior se ubica una gran roca de hormigón, independiente, aislada y contenedora de las tres salas de audición: la sinfónica o Mozart, la de cámara o Luis Galve y la de ensayos o Mariano Gracia, localizada esta última bajo el escenario de la sinfónica. Además, independiente al edificio, se encuentra la sala Multiusos, obra del arquitecto Basilio Tobías, que suele ser escenario de conciertos de pop-rock.
El exterior impresiona por sus dimensiones y la sencillez de sus elementos. La caliza blanca domina la fachada y columnas de piedra y ladrillo sostienen el gran porche protector, que confiere al edificio un aire de templo. El interior, ya desde la sala denominada Hipóstila, con 70 columnas de más de 15 metros de altura, se percibe la sensación de recogimiento plasmada en el mural de Jorge Gay. El efecto mágico queda reforzado por la luz tamizada que traspasa las ventanas de alabastro, la textura envolvente del ladrillo, la piedra de Calatorao del suelo y las columnas forradas de acero cortén. Unas pequeñas cúpulas de madera coronan, como suspendidas, las cuadrículas interiores por las que penetra la luz natural. El resultado es una construcción que ha sido acogida muy positivamente por los zaragozanos y que dota a la ciudad de un excelente templo para la música.
Otro referente de las artes fue durante muchos años el teatro Fleta, que nació de la mano de José de Yarza García como ejemplo representativo del racionalismo español. Cerrado el 17 de enero de 1999, fue adquirido por el Gobierno de Aragón con la voluntad de convertirlo en un nuevo foco cultural de la ciudad que albergara disciplinas como teatro, ópera y arte experimental.
El proyecto, realizado por Basilio Tobías, apuesta por un nuevo espacio que emplea mimbres del original, incrementando la antigua superficie en más de 8.500 metros cuadrados, ganados en vertical a lo largo de 19 niveles. El resultado es un nuevo Fleta que alcanza los 37 metros de altura, con una cubierta de titanio y una sala principal con 1.450 butacas. Además, se ha mejorado la acústica y la comodidad del teatro, que está llamado a convertirse, al igual que el Auditorio, en centro importantísimo de la vida cultural de Zaragoza.
La margen izquierda
Pero si el centro de la ciudad se enriquece con proyectos que renuevan el paisaje, no se quedan atrás otras zonas tradicionalmente desatendidas. La margen izquierda, que en los últimos años ha vivido una enorme expansión, alberga hoy uno de los edificios más llamativos y futuristas de Zaragoza. En la confluencia de las avenidas de Ranillas y Valle de Broto se levanta orgulloso el que fuera pabellón de Aragón en la Expo´92 de Sevilla, en la actualidad sede de la Confederación Regional de Empresarios de Aragón (CREA).
Tras seis años de abandono en la capital andaluza, el edificio iba a ser derribado por la sociedad La Cartuja para ceder terreno al parque temático Isla Mágica. Por suerte, la CREA realizó el esfuerzo de recuperarlo, desarmando la estructura externa y numerando todos los elementos. Sólo en alabastro se desmontaron más de 27.000 piezas, que se almacenaron junto al resto de la obra en una nave de Mercazaragoza.
Actualmente, el edificio proyectado por Pérez Latorre orienta su fachada principal hacia la Basílica del Pilar, aportando al entorno un carácter moderno y atractivo. Con sus más de 28 metros de altura, la sede de la CREA se ha convertido en una seña de identidad aragonesa, remarcada por el efecto traslúcido del alabastro, que añade espectacularidad, cuando cae la noche, a este lado del río.
Un sueño cercano
Todas las obras arquitectónicas apuntadas son protagonistas de un proceso de cambio que Zaragoza ha iniciado en su voluntad de renovarse. No obstante, la capital aragonesa tiene ante sí una oportunidad inmejorable para dar un salto cualitativo y convertirse en una de las ciudades más modernas de Europa. La organización de la Expo 2008 conllevaría la profunda regeneración del meandro de Ranillas y su entorno, convirtiendo la zona en un nuevo centro de la ciudad.
El proyecto, que supondría una inversión de unos 800 millones de euros, contempla la creación de un enorme recinto en el que tendrían cabida varios pabellones, un palacio de congresos, un centro termal, un parque botánico, un embarcadero a orillas del Ebro, un auditorio al aire libre, un pabellón deportivo, una playa artificial y un sinfín más de obras que modificarían de manera absoluta el aspecto de la ciudad que conocemos hoy en día. Además, un nuevo puente sobre el río comunicaría el barrio de la Almozara con el Actur, y varias pasarelas salvarían la distancia entre las dos márgenes a diferentes alturas.
Uno de los emblemas de la Expo sería lo que se ha llamado "Torre del agua", verdadero monumento líquido que, además, cumpliría la función de bombear agua para todo el recinto, incluida la playa y el canal de aguas bravas. Por otra parte, el pabellón puente acercaría la muestra a la Almozara, sirviendo de puerta de entrada al recinto.
En definitiva, un ambicioso proyecto que supondría, por primera vez en la historia, que el Ebro dejara de ser considerado una simple barrera natural y se integrara plenamente en la estructura de Zaragoza, aprovechado como lugar de ocio. Además, la nueva ciudad albergaría los proyectos arquitectónicos más actuales, convirtiéndose en una verdadera urbe del futuro.
Las probabilidades de que Zaragoza acoja la exposición son, sobre el papel, bastante altas, debido fundamentalmente a los problemas a los que se enfrentan sus competidoras. La candidatura de la ciudad italiana de Trieste, que pretende rehabilitar su antiguo puerto, conlleva unos gastos difícilmente asumibles. Por su parte, Tesalónica tiene pocas posibilidades debido a las dudas que ofrece su proyecto, que no está correctamente perfilado.
En esta situación, Zaragoza tiene en su mano redefinirse por completo, dando paso a una serie de proyectos que están llamados a dotar a la ciudad de una imagen totalmente renovada. Algunas obras, como la estación intermodal o el puente del Tercer Cinturón, han puesto ya de manifiesto cual es el rostro de la urbe del futuro. La Expo 2008 puede ser el paso definitivo para que esa Zaragoza del siglo XXI que ha comenzado a surgir sea una auténtica realidad.
La llegada del tren de alta velocidad, la instalación de la plataforma logística Pla-Za o la ilusión de que la ciudad sea sede de la Expo 2008 son algunos de los motivos por los que la fisonomía urbana está dando un evidente salto cualitativo hacia la modernidad. Obras como el edificio de la CREA o la impresionante cubierta del teatro romano forman parte ya de la nueva imagen de Zaragoza, que aspira a convertirse en punto de referencia para otras ciudades españolas y europeas.
En un corto periodo de tiempo, Zaragoza ha visto nacer dos importantes obras que han cambiado significativamente el paisaje urbano y han dotado a la ciudad de una nueva identidad metropolitana. La estación Zaragoza-Delicias y el puente del Tercer Cinturón, proyectos audaces y de indudable estética, se han convertido ya en símbolos de la arquitectura que está llamada a renovar profundamente la capital aragonesa.
Zaragoza es, tras Sevilla, la ciudad de nuestro país que más puentes ha inaugurado. El sexto salto sobre el Ebro, primero del nuevo siglo, transmite en su esbeltez y ligereza las nuevas tendencias arquitectónicas, llamando la atención el singular arco metálico del que cuelga el tablero de hormigón que sirve de paso.
El puente se ha convertido en broche de oro del Tercer Cinturón, y su perfil ha renovado la perspectiva de un río que sigue siendo, no obstante, un perpetuo escollo para la comunicación fluida entre ambas márgenes. La estructura, obra de Manterola, está sustentada por dos pilares en cada extremo, y tiene 31 metros de anchura y 304 de longitud, de los que 120 corresponden al vano central y 92 a cada lateral, donde se han instalado aceras para el tránsito de peatones.
Pese a su gran envergadura, el puente aporta una sensación de gran estabilidad, que contrasta con sus perfiles aerodinámicos y su limpieza geométrica. Su curvatura longitudinal, cables de suspensión, nudos, nervios laterales y demás elementos, transmiten una gran belleza plástica, que ha propiciado que el puente adquiera un carácter emblemático, dotando a la ciudad de un nuevo sentido estético y convirtiéndose en referente del nuevo paisaje urbano.
A su vez, la llegada del tren de alta velocidad ha traído consigo la construcción de uno de los edificios más llamativos y espectaculares de las últimas décadas. La estación intermodal Zaragoza-Delicias, proyectada por Carlos Ferrater, José María Valero y Félix Arranz, es una mole de 188.000 metros cuadrados que se levanta airosa en la avenida de Navarra, visible desde todo su entorno, como una gran paloma blanca colgada entre el barrio de la Almozara y el de Delicias.
El espacio interior está cubierto por una estructura metálica formada por nueve arcos, que sustentan una superficie plegada en formas triangulares, generadoras de unos lucernarios que permiten la entrada de luz natural al interior, un espacio totalmente diáfano. Tal ha sido el impacto del edificio que desde su inauguración el pasado octubre no ha dejado de recibir visitantes con la intención de conocer el nuevo símbolo de una Zaragoza que se renueva día a día.
El proyecto incluye, además de la estación de trenes, dos aparcamientos con capacidad para 1.800 vehículos, un centro de negocios, un gimnasio, dos grupos de oficinas, dos hoteles y una estación de autobuses. Como colofón, el museo del Ferrocarril, alojado en la antigua terminal de Delicias, expondrá locomotoras y convoyes antiguos, separados de la moderna estación únicamente por una vidriera.
Por otra parte, la construcción de la nueva estación ha supuesto también una profunda reforma urbanística de la zona, destacando la unión definitiva del barrio de Delicias con el de la Almozara, este último encorsetado hasta hoy entre el río, por un lado, y las vías del tren y la autopista por otro. Al soterramiento de las vías le ha acompañado la conversión de la carretera en una calle convencional, eliminando de esta manera las barreras que impedían una buena comunicación entre los dos barrios.
Centro de Historia y Teatro Romano
Otra zona de Zaragoza que está de enhorabuena es el casco antiguo, objeto de una profunda transformación que pretende dinamizar un entorno que injustamente había caído en el olvido. El Centro de Historia de Zaragoza, instalado en el antiguo convento de San Agustín y una de las actuaciones más importantes del Plan Integral del Casco Histórico, está concebido como un espacio de información, en un marco innovador y que está llamado a ser punto de referencia de la ciudad. El nuevo edificio reinterpreta el espacio ocupado por la iglesia, los claustros y el convento, incorporando a su estructura elementos históricos conservados, como la torre campanario o la fachada barroca de principios del siglo XVIII.
El acceso principal se realiza desde la puerta de la antigua iglesia, en cuya recuperación se ha tenido en cuenta la conservación del mayor número posible de elementos originales, incluyendo motivos decorativos y heráldicos. Además, también se ha incorporado el espacio de la cripta del templo, situado en el primero de los dos sótanos con los que cuenta el edificio. Completan el complejo una planta baja y dos alturas, con una superficie total de 6.586 metros cuadrados útiles, y una zona ajardinada de acceso público que ocupa el espacio de los antiguos claustros.
Pasado y presente se conjugan de manera armoniosa en el edificio, que en sus diferentes salas muestra, desde un punto de vista histórico, aspectos que han marcado el tiempo, el espacio y la vida de la ciudad de Zaragoza. El lugar más emblemático del centro es el mirador, en el que se realiza una visión histórica del desarrollo urbano de Zaragoza a través de maquetas y proyecciones audiovisuales.
Sin contar el equipamiento, el edificio ha supuesto una inversión de más de 8.300.000 euros, cofinanciada por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. La obra es un elemento más en la evidente rehabilitación que está sufriendo Zaragoza, especialmente su Casco Histórico, que está llamado a convertirse en un espacio en el que convivan la tradición de los edificios históricos y la modernidad de nuevos espacios, dotando a la ciudad de una imagen actual y adecuada a las últimas tendencias urbanísticas.
Ejemplo ideal de los cambios que está viviendo Zaragoza es este Centro de Historia, en cuyo solar se han encontrado testimonios de las culturas ibérica, romana y musulmana, y que ahora se convierte en referente de la nueva arquitectura urbana. Además, su construcción ha supuesto un impulso para el barrio de San Agustín-Tenerías-Magdalena, muy olvidado durante años, y su apertura posibilita la organización de encuentros, congresos y convenciones en un marco adecuado para cualquier tipo de actividad.
Otro espacio representativo de la nueva imagen de Zaragoza es el recuperado teatro romano, sobre el que se ha construido una enorme cubierta de policarbonato traslúcido que permite el paso de la luz sin que los rayos solares dañen los restos arqueológicos. La superficie está colocada a 25 metros del suelo, altura que coincide con la que debían tener las gradas en su tiempo, y el contraste entre lo antiguo y lo actual confiere al teatro un aspecto muy llamativo.
Templos de las artes
Uno de los edificios pioneros en dotar a Zaragoza de una nueva imagen fue sin duda el Auditorio. Construido en 1994, es hoy en día un centro cultural indispensable para la ciudad, así como un estupendo reclamo gracias a la calidad que suele tener su programación. Ocupando parte de los terrenos de la antigua Feria de Muestras y perfectamente integrado en su entorno, la construcción ha marcado un antes y un después para la música y ha abierto un nuevo eje cultural más allá del perímetro urbano.
Diseñado por el arquitecto José Manuel Pérez Latorre, el edificio ha sido merecedor de constantes elogios, como el de Zubin Metha, quien aseguró: "Los auditorios de Madrid y Valencia son muy buenos, pero el de Zaragoza es el paraíso". Se trata de un proyecto inspirado en el esquema de la Filarmónica de Berlín, diseñada en 1956 por Hans Scharoum, en la cual el escenario desaparece para colocar a la orquesta en posición central, de forma que las ondas acústicas se esparzan armónicamente en la sala.
Pérez Latorre definió la construcción como un amplio hall perimetral, en cuyo interior se ubica una gran roca de hormigón, independiente, aislada y contenedora de las tres salas de audición: la sinfónica o Mozart, la de cámara o Luis Galve y la de ensayos o Mariano Gracia, localizada esta última bajo el escenario de la sinfónica. Además, independiente al edificio, se encuentra la sala Multiusos, obra del arquitecto Basilio Tobías, que suele ser escenario de conciertos de pop-rock.
El exterior impresiona por sus dimensiones y la sencillez de sus elementos. La caliza blanca domina la fachada y columnas de piedra y ladrillo sostienen el gran porche protector, que confiere al edificio un aire de templo. El interior, ya desde la sala denominada Hipóstila, con 70 columnas de más de 15 metros de altura, se percibe la sensación de recogimiento plasmada en el mural de Jorge Gay. El efecto mágico queda reforzado por la luz tamizada que traspasa las ventanas de alabastro, la textura envolvente del ladrillo, la piedra de Calatorao del suelo y las columnas forradas de acero cortén. Unas pequeñas cúpulas de madera coronan, como suspendidas, las cuadrículas interiores por las que penetra la luz natural. El resultado es una construcción que ha sido acogida muy positivamente por los zaragozanos y que dota a la ciudad de un excelente templo para la música.
Otro referente de las artes fue durante muchos años el teatro Fleta, que nació de la mano de José de Yarza García como ejemplo representativo del racionalismo español. Cerrado el 17 de enero de 1999, fue adquirido por el Gobierno de Aragón con la voluntad de convertirlo en un nuevo foco cultural de la ciudad que albergara disciplinas como teatro, ópera y arte experimental.
El proyecto, realizado por Basilio Tobías, apuesta por un nuevo espacio que emplea mimbres del original, incrementando la antigua superficie en más de 8.500 metros cuadrados, ganados en vertical a lo largo de 19 niveles. El resultado es un nuevo Fleta que alcanza los 37 metros de altura, con una cubierta de titanio y una sala principal con 1.450 butacas. Además, se ha mejorado la acústica y la comodidad del teatro, que está llamado a convertirse, al igual que el Auditorio, en centro importantísimo de la vida cultural de Zaragoza.
La margen izquierda
Pero si el centro de la ciudad se enriquece con proyectos que renuevan el paisaje, no se quedan atrás otras zonas tradicionalmente desatendidas. La margen izquierda, que en los últimos años ha vivido una enorme expansión, alberga hoy uno de los edificios más llamativos y futuristas de Zaragoza. En la confluencia de las avenidas de Ranillas y Valle de Broto se levanta orgulloso el que fuera pabellón de Aragón en la Expo´92 de Sevilla, en la actualidad sede de la Confederación Regional de Empresarios de Aragón (CREA).
Tras seis años de abandono en la capital andaluza, el edificio iba a ser derribado por la sociedad La Cartuja para ceder terreno al parque temático Isla Mágica. Por suerte, la CREA realizó el esfuerzo de recuperarlo, desarmando la estructura externa y numerando todos los elementos. Sólo en alabastro se desmontaron más de 27.000 piezas, que se almacenaron junto al resto de la obra en una nave de Mercazaragoza.
Actualmente, el edificio proyectado por Pérez Latorre orienta su fachada principal hacia la Basílica del Pilar, aportando al entorno un carácter moderno y atractivo. Con sus más de 28 metros de altura, la sede de la CREA se ha convertido en una seña de identidad aragonesa, remarcada por el efecto traslúcido del alabastro, que añade espectacularidad, cuando cae la noche, a este lado del río.
Un sueño cercano
Todas las obras arquitectónicas apuntadas son protagonistas de un proceso de cambio que Zaragoza ha iniciado en su voluntad de renovarse. No obstante, la capital aragonesa tiene ante sí una oportunidad inmejorable para dar un salto cualitativo y convertirse en una de las ciudades más modernas de Europa. La organización de la Expo 2008 conllevaría la profunda regeneración del meandro de Ranillas y su entorno, convirtiendo la zona en un nuevo centro de la ciudad.
El proyecto, que supondría una inversión de unos 800 millones de euros, contempla la creación de un enorme recinto en el que tendrían cabida varios pabellones, un palacio de congresos, un centro termal, un parque botánico, un embarcadero a orillas del Ebro, un auditorio al aire libre, un pabellón deportivo, una playa artificial y un sinfín más de obras que modificarían de manera absoluta el aspecto de la ciudad que conocemos hoy en día. Además, un nuevo puente sobre el río comunicaría el barrio de la Almozara con el Actur, y varias pasarelas salvarían la distancia entre las dos márgenes a diferentes alturas.
Uno de los emblemas de la Expo sería lo que se ha llamado "Torre del agua", verdadero monumento líquido que, además, cumpliría la función de bombear agua para todo el recinto, incluida la playa y el canal de aguas bravas. Por otra parte, el pabellón puente acercaría la muestra a la Almozara, sirviendo de puerta de entrada al recinto.
En definitiva, un ambicioso proyecto que supondría, por primera vez en la historia, que el Ebro dejara de ser considerado una simple barrera natural y se integrara plenamente en la estructura de Zaragoza, aprovechado como lugar de ocio. Además, la nueva ciudad albergaría los proyectos arquitectónicos más actuales, convirtiéndose en una verdadera urbe del futuro.
Las probabilidades de que Zaragoza acoja la exposición son, sobre el papel, bastante altas, debido fundamentalmente a los problemas a los que se enfrentan sus competidoras. La candidatura de la ciudad italiana de Trieste, que pretende rehabilitar su antiguo puerto, conlleva unos gastos difícilmente asumibles. Por su parte, Tesalónica tiene pocas posibilidades debido a las dudas que ofrece su proyecto, que no está correctamente perfilado.
En esta situación, Zaragoza tiene en su mano redefinirse por completo, dando paso a una serie de proyectos que están llamados a dotar a la ciudad de una imagen totalmente renovada. Algunas obras, como la estación intermodal o el puente del Tercer Cinturón, han puesto ya de manifiesto cual es el rostro de la urbe del futuro. La Expo 2008 puede ser el paso definitivo para que esa Zaragoza del siglo XXI que ha comenzado a surgir sea una auténtica realidad.
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