Zaragoza, en pie de guerra por los graffitis
Se ha abierto la guerra en Zaragoza respecto a los graffitis y siento que debo pronunciarme. Hablaba hace poco de los jóvenes y su necesidad de autoafirmación. Muchos son necios, pero también creo que no hace falta ser maduro para crear belleza. En la juventud se está más íntimamente conectado a los instintos y eso provoca que éstos, también en el arte, surjan de un modo mucho más intenso y llamativo. Creo que la mentalidad artística brota de impulsos inocentes: la necesidad de comunicación, la necesidad de responder preguntas, la sana competencia, la ausencia de voluntad de hacer daño, la capacidad de imaginación humana. Considero un error perseguir a los artistas porque eso significa perseguir estos valores que nos dignifican. Por supuesto, sólo unos pocos logran ser brillantes, y son ellos los que deben servir de modelo. Creo que es justo aprender de ellos y también apoyarles y valorarles para que otros aprendan. En este mundo de plástico y repetición comercial, la cultura hip-hop lleva tiempo dando muestras de ser una propuesta artística firme y válida. En ella se está volcando mucho talento. Tal vez es el momento de que quienes participan del hip-hop, en cualquiera de sus manifestaciones (rap, graffiti, break), haga examen de conciencia y aparten de sí los comportamientos que lo hacen (todavía) infantil. El primer paso fue apartarse progresivamente de los comportamientos violentos, que en Europa apenas se produjeron. En el rap, los mejores mc’s se han apartado de forma clara de las letras gratuitamente violentas y se centran en atacar sólo aquellos aspectos de la sociedad que son contrarios a la convivencia (guerras, machismo, xenofobia, falta de respeto al débil). En el graffiti, como ya ha pasado en el rap, Zaragoza se ha convertido en un ejemplo para toda Europa en cuanto a rehabilitación urbana gracias a las tres ediciones de ’Asalto’, en la que los mejores graffiteros de la ciudad han hecho preciosas obras de arte en inmuebles del casco histórico cedidos por el Ayuntamiento. El hecho de que unos gamberros demasiado necios (a quienes sí que hay que perseguir) hayan manchado levemente algunas de las nuevas obras de la Expo no puede significar la censura unánime a un movimiento artístico cada vez más multitudinario que guarda en su seno valores muy positivos y que ayuda a muchos adolescentes a pensar, a sentirse parte de algo y a admirar la creatividad y la belleza. Por eso, creo que sería un gravísimo error borrar los hermosos murales del centro histórico de Zaragoza, que son reconocidos y admirados por ciudadanos de cualquier edad, profesores de Universidad y artistas de distintos países gracias a su difusión en publicaciones especializadas. Borrarlos significaría emborronar la ciudad, hacerla más gris por dar un golpe en la mesa y negar a los jóvenes esos valores implícitos en el arte que he nombrado. También fomentaría el odio a las instituciones para una comunidad cada vez mayor y más adulta.
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