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El hombre enamorado de su sitar

Baluji Shrivastav es ciego y entra en el escenario descalzo.

El sitar es cálido y rústico. Su sonido parece traído del inicio de los tiempos, más antiguo que lo material. Después de cada pieza tiene que volverse a afinar, en un proceso largo y costoso porque el instrumento consta de veinte cuerdas. En ese tiempo, Baluji Shrivastav habla de su Uttar Pradesh natal y la tradición musical de la que es heredero. El tempo de su voz tiene la tranquilidad propia de quienes dedican su vida a expresarse a través del arte.

El murmullo del sitar es irregular y recuerda a las espigas de cereal mecidas por el viento, a veces vibrante, a veces en calma. Para tocarlo, hay que abrazarlo como se abraza a una mujer. Abrazarlo para darle forma al aire.

Ciego y descalzo, tal como se ama, Baluji Shrivastav toca el sitar.

 

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